“Año 1981, me encuentro en el Castillo de Wolfestein,
decenas de cadáveres pixelados el 2D se apilan en una sala de falso 3D. Mi interacción
con el medio, más allá de abrir puertas y recoger oro, es exterminar nazis,
zombis-nazis, perros-nazis y, básicamente, todo lo que se me aparezca por
delante que sea ario.”
“Año 2016, me encuentro en la ciudad de los piratas de
Uncharted 4, decenas de cadáveres en 3D se apilan en una sala en 3D. Mi
interacción con el medio, más allá de columpiarme por acantilados y recoger
tesoros, es exterminar ladrones, contrabandistas, mafiosos y, básicamente, todo
lo que se me aparezca por delante que esté en mi contra.”
¿Veis alguna correlación?
En los últimos años los videojuegos han hecho muchos
avances, hemos pasado de un juego de tenis con dos barras y un punto a
verdaderas experiencias audiovisuales que pueden ser llamadas obras maestras. Pero,
por lo general la correlación sigue ahí, continuamos deshaciéndonos de
cantidades excesivas de personas para lograr nuestros fines y esto nos lleva a
otra pregunta:
¿Por qué tanta violencia?
Antes de nada, quiero decir que no estoy acusando a este
exceso de violencia de crear psicópatas o algo por el estilo. De hecho,
posiblemente, estas carnicerías nos ayuden a librarnos de nuestro estrés y a
tranquilizarnos. Pero, ¿Aportan algo al medio?
Retomemos el ejemplo de Uncharted: Nathan Drake es un
aventurero caza tesoros simpático y jovial. Pero, resulta que, cuando los malos
están ante él, Nate se vuelve loco y empieza a pegar tiros a mansalva. Nathan: ¿Era
verdaderamente necesario? ¿Seguro que no había otro modo de llegar hasta la
tumba que no supusiera la muerte de centenares de mercenarios?
Seguramente pensaréis que no había otra manera, pero Indiana
Jones no necesitó matar ni a una cuarta parte para llegar a cuatro tesoros de
valor incalculable, (seis si contamos el principio de la uno y de la tres).
Es una realidad como un templo, en los videojuegos hay
demasiada violencia.
Obviamente no me estoy refiriendo a títulos como Doom, The
evil within o GTA, ya que estos títulos buscan precisamente impactarnos con
imágenes duras. Me refiero a juegos como Bioshock infinite, Call of Duty o Tomb
Raider (El reboot).
De hecho, en 2012 se pensó esto. Este año salieron tres
juegos que trataban este tema magníficamente: Hotline Miami, Farcry 3 y Spec
ops: The line. Pero, a pesar de estas reflexiones, la industria del videojuego
no ha avanzado mucho en este sentido. Seguimos matando sin piedad. Y esto nos
lleva a la pregunta que formuló Richard en 2012:
Y aquí es donde discrepo con la mayoría. No nos gusta hacer
daño, no nos recreamos en el dolor, por lo menos, no lo haríamos si pensásemos en
ello.
Un colaborador del blog está volviendo a jugar a Dishonored,
aprovechando que ha salido el dos, y me dijo algo que me resultó curioso, me
dijo que cada vez le dolía más matar a alguien en un videojuego. Que, cuando se
ponía en la piel de Corvo, prefería cada vez más dejar a los enemigos vivos y
no matarlos. Al fin y al cabo, ellos no tenían la culpa de que su líder fuera
malvado, ellos solo obedecían órdenes. Esto nos lleva a nuestra pregunta final:
¿Por qué no nos importa matar en los videojuegos?
Y la respuesta es bien sencilla: Simplemente no pensamos en
ello. Solo obedecemos y no hacemos preguntas. En el fondo, esto es muy triste.
Por suerte están apareciendo cada vez más juegos que
permiten opciones no letales, como Watchdogs 2, o que directamente tratan el
tema, como Undertale. Juegos que buscan otra solución, que saben que existe
otra manera.
En ellos debemos fijarnos, en los que nos recuerdan que
somos personas y no animales que matan todo lo que ven.
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